Lola Mora

Escultora – Trancas, Tucumán, Argentina, 17 de noviembre de 1866 – Buenos Aires, Argentina, 7 de junio de 1936

Lola Mora, la destacada escultora nacida en Trancas, Tucumán, en 1866 y fallecida en Buenos Aires en 1936, fue pionera en su campo y también incursionó en urbanismo, minería y artes visuales, desafiando los roles de género de su época. Reconocida como la primera escultora mujer de Latinoamérica, su obra más famosa, la Fuente de las Nereidas, inaugurada en Buenos Aires en 1903, es un ícono de la ciudad. Su legado es celebrado con el establecimiento del Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas en su honor, así como la creación de los Premios Lola Mora en 1998, que reconocen la promoción de la igualdad de género y los derechos de las mujeres en los medios de comunicación.

Un recorrido a través de

Imágenes y Momentos

Lola Mora

La primera escultura latinoamericana. «El Premio Lola Mora es la ratificación de que hay un trabajo encaminado», Valeria Sampedro

Lola Mora con su vestimenta de trabajo.

En su taller provisorio instalado en el Paseo de Julio, Buenos Aires, enero de 1903.

Lola Mora en 1930

«El amor y el tiempo no tienen medida pero ambos caben en el cofre de los sueños». Fotografía del Archivo General de la Nación

Fuente Las Nereidas

Está considerada la obra más relevante de Lola Mora. Adquirida por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires.

Lola Mora trabajando

En la Fuente de las Nereidas en su taller de Paseo de Julio, 1903.

Estatua de la Libertad

Plaza Independencia, San Miguel de Tucumán, inaugurada en 1904.

Biografía

Lola Mora, cuyo nombre verdadero fue Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández, nació en circunstancias controvertidas que han generado debate entre los salteños y los tucumanos sobre su lugar de nacimiento. Algunos afirman que nació en El Tala, una localidad del sur de la provincia de Salta, mientras que otros se basan en su bautismo en el norte de la provincia de Tucumán. Esta disputa no ha hecho más que añadir un aire de misterio a su legado. Hija de Romualdo Alejandro Mora, un comerciante y hacendado de origen catalán, y Regina Vega Sardina, una estanciera salteña, Lola fue la tercera de siete hermanos, creciendo en un entorno familiar marcado por la influencia de la tierra y la cultura.

Durante su juventud, Lola enfrentó la tragedia con la pérdida de sus padres a los dieciocho años, lo que la dejó huérfana y enfrentando una responsabilidad prematura. Sin embargo, su pasión por el arte la llevó a destacarse como estudiante en el Colegio Nuestra Señora del Huerto en Tucumán, donde comenzó a explorar su talento en pintura y dibujo. Bajo la tutela del pintor italiano Santiago Falcucci, Lola perfeccionó sus habilidades, especialmente en el retrato, lo que le permitió financiar sus estudios y ganar reconocimiento en la sociedad tucumana.

El viaje de Lola a Europa en busca de perfeccionamiento artístico marcó un punto crucial en su carrera. En Roma, se sumergió en el mundo de la escultura, trabajando con destacados maestros como Francesco Paolo Michetti y Giulio Monteverde. Fue en este ambiente que comenzó a desarrollar su estilo único, fusionando elementos del neoclasicismo y el romanticismo italiano. Su obra más conocida, la Fuente de las Nereidas, se convirtió en un símbolo de su genio artístico, aunque también generó controversia debido a la representación de cuerpos desnudos.

A pesar de su éxito en el extranjero, Lola enfrentó dificultades al regresar a Argentina, donde su obra provocó reacciones encontradas en la sociedad conservadora de la época. Sin embargo, continuó trabajando en numerosos proyectos, incluida la exploración minera y la tecnología cinematográfica. A lo largo de su vida, Lola desafió las normas sociales y los prejuicios de género, convirtiéndose en un ícono de la liberación femenina en un momento en que las mujeres enfrentaban limitaciones significativas en la sociedad.

A pesar de las adversidades, el legado de Lola Mora perdura hasta hoy. Su contribución al arte y la cultura argentina fue reconocida con homenajes póstumos, incluida la institución del Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas en su honor. Además, los Premios Lola Mora, establecidos en su memoria, continúan promoviendo la igualdad de género en los medios de comunicación y celebrando su valioso legado artístico. En resumen, Lola Mora fue mucho más que una escultora talentosa; fue una pionera audaz que desafió las convenciones sociales y dejó una marca indeleble en la historia del arte argentino.